viernes, 2 de diciembre de 2011

Una huella imborrable

Hasta ahora, las únicas huellas utilizadas para desenmascarar a los criminales de asesinato, eran la huella digital y la de ADN, claves para resolver un crimen. Lo último en las técnicas de criminología es el análisis de las bacterias del lugar. La flora bacteriana de cada ser humano es única y la guardia civil ya trabaja para que pueda ser útil a la hora de identificar a delincuentes. 


El hecho de que haya aparecido esta nueva pista, es clave para poder esclarecer gran cantidad de crímenes que podían no ser resueltos antes de su descubrimiento. Esta pista, se trata de la huella que dejan las bacterias de nuestra piel cada vez que tocamos algo.
Si una persona, por ejemplo, ha sido agredida sexualmente, no aparecen restos de ADN (semen o sangre), tenemos una nueva opción, buscar la flora bacteriana del supuesto agresor y compararla con la de los sospechosos que tengamos.
Si raspamos sobre la mano de cualquier ser humano, somos capaces de obtener una flora bacteriana que individualiza a esa persona, es la huella bacteriana. Y es única porque cada bacteria, como todo ser vivo, tiene su propio ADN.
Conocer el ADN de las bacterias ha dado un giro al estudio del lugar del crimen. Ahora la guardia civil también recoge la tierra de los escenarios para analizar sus microorganismos. Una vez recogida la muestra, sólo falta obtener el zapato del sospechoso para poder compararla.

La flora bacteriana no es imprescindible, pero es una pieza más del puzzle que la autoridad judicial puede tener para juzgar un crimen. Una pieza, eso sí, que cuenta con grandes ventajas: las bases de datos ADN bacteriano son públicas, al contrario que las del ADN humano. Además, es muy difícil que un sospechoso borre el rastro de sus bacterias.

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